dimarts, 18 de febrer del 2014

A los que ya no están, pero siguen aquí... A los que llegan para quedarse...

Cuando se trata de hablar de sentimientos, nadie puede rebatirnos. Las emociones que estos nos provocan son únicos en cada persona y casi siempre las palabras no bastan para describirlas. Aún así lo voy a intentar...
Perder a una persona importante en tu vida, provoca un dolor tan grande que cada nervio de tu cuerpo parece sentirlo como propio. A partir de ese momento, pocas cosas vuelven a ser igual... Se relativiza la muerte, pero no dejas de termerla; se valoran los recuerdos y se aprenden a apreciar los momentos únicos vividos cada día...
Aprender a hablar con alguien que ya no está, es fácil entonces. Hechas de menos los consejos, los abrazos, las explicaciones, las experiencias que hacen sabios a los mayores, las risas, los besos... Y por eso, sientes la necesidad de hacerle visitas, de explicarle las novedades de tu vida, de hablarle sobre tus nuevos retos, sobre tus éxitos y fracasos, de pedirle ayuda para afrontarlos.
Lo mejor de esas visitas es imaginarlo sentado en su mesa camilla, con su bata de invierno y su purito en la mano, mientras tomas un café con él y le pones al día de tus noticias y escuchas sus palabras...
Y aunque pasen 10 años, ni un día pasa sin pensar en él...
Y la vida sigue y viene a traerte a otra personita importante, que provoca una felicidad tan grande que instala una sonrisa permanente en tu cara cada vez que piensas en él. A partir de ese momento, la vida cobra un nuevo sentido, cuentas las horas y los días para volver a abrazarlo, para sacarle una sonrisa y para besar sus suaves mejillas.
Y esperas poder ser alguien importante también para él; alquien a quien quiera pedir consejo, a quien dar consejos y explicar experiencias que solo las personas mayores saben convertir en sabiduría. Esperas que desee verte y abrazarte, y darte esos besos inocentes que por inocentes, son especiales.
Y esperas que cuando sea mayor te recuerde con ese cariño que le haga hacerte visitas para explicarte las novedades de su vida, sus nuevos retos, sus éxitos y fracasos, de poder enviarle tu energía para afrontarlos...
Que te imagine explicándole cuentos, historias , haciéndole cosquillas y sentada en el suelo con él, compartiendo sus juegos... Y que aunque pasen 10 años, cada día durante un segundo, piense en tí.
Vivir nos trae sentimientos agridulces, emociones encontradas... Pero cada día de una vida es imprescindible e irrepetible y provoca momentos indescriptibles. 
Por eso adoro la vida!